domingo, 8 de agosto de 2010
BUEN TERCIO DE VARAS
Jaime Soro, hermano del matador que figuraba en la cuadrilla como picador, protagonizo un tercio de varas ante un astado de Peñajara que le supuso recibir varios premios.
Mientras se retiraba al patio de caballos, la gente puesta en pie le dedicaba una fortísima ovación. Uno de los espectadores le llamaba por su nombre de pila, JAIME, JAIME, el piquero, mientras recogía ovaciones se fijo en quien lo llamaba con tanta insistencia, cuando lo localizo y lo pudo mirar a la cara pensando que le iba a dedicar algún elogio por su actuación, el aficionado chillón solo le dijo:
¡¡Tienes la cabeza igual de gorda que tu hermano!!
lunes, 5 de julio de 2010
PASO UN MAL RATO
Felipe Juan Froilán de Todos los Santos
Ocurrió en la plaza de Toros de Valencia, el 17 de marzo de 2008.
El nieto del Rey, que nació el 17 de julio de 1998 tenía entonces 9 años. Iba acompañando a su padre D. Jaime de Marichalar, Duque de Lugo consorte. La sorpresa del niño fue mayúscula cuando uno de los toreros en terna, El Cid, se dirigió a él y le brindo el toro. El niño, emocionado recibió de pie la montera de manos del torero. La plaza, llena de entendidos, estalló en aplausos, al reconocer el destinatario del brindis.
Cuando el Duque consorte, que poco debe de saber de esto, explico al excelentísimo niño que si el matador obtenía una oreja se la tenía que llevar a casa, el rostro le cambio de color.
El Cid se lució y se mereció la oreja, que le fue concedida..
El quinto heredero de la corona española hizo una señal de la cruz pidiendo ayuda al cielo, mientras el torero era aclamado en su vuelta al ruedo.
La presión aumentaba. El niño, con los ojos grandes, tragó saliva, al ver aproximarse a Manuel Jesús El Cid con el apéndice auditivo del bicho sangrando en la mano. El maestro le ofreció la oreja y el Excelentísimo vástago dijo que no la quería, con una apurada sonrisa.
El Cid se la llevó y ahí acabó todo.
Froilán se fue con paz en su conciencia y todos nos marchamos con la sensación de haber aprendido una lección de fortaleza: ese niño no se doblegó ante la tentación de quedar bien y dijo sencillamente lo que pensaba en conciencia (ante los miles de aficionados que observaban curiosas el desenlace del desencuentro)
Ocurrió en la plaza de Toros de Valencia, el 17 de marzo de 2008.
El nieto del Rey, que nació el 17 de julio de 1998 tenía entonces 9 años. Iba acompañando a su padre D. Jaime de Marichalar, Duque de Lugo consorte. La sorpresa del niño fue mayúscula cuando uno de los toreros en terna, El Cid, se dirigió a él y le brindo el toro. El niño, emocionado recibió de pie la montera de manos del torero. La plaza, llena de entendidos, estalló en aplausos, al reconocer el destinatario del brindis.
Cuando el Duque consorte, que poco debe de saber de esto, explico al excelentísimo niño que si el matador obtenía una oreja se la tenía que llevar a casa, el rostro le cambio de color.
El Cid se lució y se mereció la oreja, que le fue concedida..
El quinto heredero de la corona española hizo una señal de la cruz pidiendo ayuda al cielo, mientras el torero era aclamado en su vuelta al ruedo.
La presión aumentaba. El niño, con los ojos grandes, tragó saliva, al ver aproximarse a Manuel Jesús El Cid con el apéndice auditivo del bicho sangrando en la mano. El maestro le ofreció la oreja y el Excelentísimo vástago dijo que no la quería, con una apurada sonrisa.
El Cid se la llevó y ahí acabó todo.
Froilán se fue con paz en su conciencia y todos nos marchamos con la sensación de haber aprendido una lección de fortaleza: ese niño no se doblegó ante la tentación de quedar bien y dijo sencillamente lo que pensaba en conciencia (ante los miles de aficionados que observaban curiosas el desenlace del desencuentro)
viernes, 2 de julio de 2010
PASEILLO ROTO
Sucedió en la plaza de toros de Vitoria, el día 5 de julio de 1953
Mientras hacían el paseíllo en una novillada de D. Ignacio Sánchez y Sánchez
Bartolomé Jiménez Torres
Paco Corpas
Enrique Orive
En la manga de toriles ya estaba en novillo de nombre FECHORIAS que debía abrir plaza. Quizás por que el cerrojo no estaba bien echado, el burel dio un sopetón al portón y se salio al ruedo, rompiendo la formación de paseíllo y sembrando desconcierto en las cuadrillas que buscaban el refugio de las tablas. Fue el alguacilillo quien con su cabaldura entretuvo al novillo mientras se organizaban los toreros.
Mientras hacían el paseíllo en una novillada de D. Ignacio Sánchez y Sánchez
Bartolomé Jiménez Torres
Paco Corpas
Enrique Orive
En la manga de toriles ya estaba en novillo de nombre FECHORIAS que debía abrir plaza. Quizás por que el cerrojo no estaba bien echado, el burel dio un sopetón al portón y se salio al ruedo, rompiendo la formación de paseíllo y sembrando desconcierto en las cuadrillas que buscaban el refugio de las tablas. Fue el alguacilillo quien con su cabaldura entretuvo al novillo mientras se organizaban los toreros.
miércoles, 30 de junio de 2010
BRONCA HISTORICA
Si quieres ser amigo mio no me hables de El Cordobes
Fue en el año 1965. Manuel Benítez “El Cordobés” fracasaba en la Plaza de Toros de Pamplona. Estos tres
mozos, algo perjudicados, se paseaban de esta guisa por la calle.
Se cuenta que Benítez, tuvo que marchar de Pamplona de incógnito. La bronca se organizó al pegar el melenudo un sonoro petardo, y la provocación fue en aumento al liarse a pegar pases a las almohadillas que caían desde los tendidos.
Cuentan que el cántico “córtate el pelo, córtate el pelo , córtate el pelo , cacho cabr… ” que hasta hace poco se escuchaba en el Tendido de de sol pamplonés, nació aquella tarde tan sonada del VI califa cordobés.
Asi se despidio de la historica bronca
lunes, 21 de junio de 2010
ARRUZA - DOMINGUIN
Se cuenta que en cierta ocasión, un periodista preguntó a Luis Miguel, cuáles eran, a su juicio, los diez mejores toreros del momento. Tras meditar un momento, empezó lentamente a enumerar algunos de los mas conocidos toreros del momento, sin nombrar, por supuesto, a Carlos Arruza.
- ¿ Y Arruza ? - Inquirió extrañado el periodista ante la ausencia del mexicano - ¿No cree que Arruza sea uno de los diez mejores toreros del momento?
- Perdón, pero me está usted preguntado por toreros o por saltimbanquis. - Respondió Luis MIguel
A los pocos días, el propio periodista, le hizo la misma pregunta a Carlos Arruza, quien como en su caso Luis Miguel, enumeró algunos de los toreros de más éxito de aquella época, sin nombrar por supuesto y en justa reciprocidad, a Luis Miguel, lo que hizo que el periodista volviera a preguntar a Carlos lo mismo que había preguntado a Luis Miguel:
- ¿ Y Dominguín, no cree que sea uno de los diez mejores ?.
- Perdón - respondió Arruza - pero, ¿ me está usted preguntado por los diez mejores o por los cien mejores
- ¿ Y Arruza ? - Inquirió extrañado el periodista ante la ausencia del mexicano - ¿No cree que Arruza sea uno de los diez mejores toreros del momento?
- Perdón, pero me está usted preguntado por toreros o por saltimbanquis. - Respondió Luis MIguel
A los pocos días, el propio periodista, le hizo la misma pregunta a Carlos Arruza, quien como en su caso Luis Miguel, enumeró algunos de los toreros de más éxito de aquella época, sin nombrar por supuesto y en justa reciprocidad, a Luis Miguel, lo que hizo que el periodista volviera a preguntar a Carlos lo mismo que había preguntado a Luis Miguel:
- ¿ Y Dominguín, no cree que sea uno de los diez mejores ?.
- Perdón - respondió Arruza - pero, ¿ me está usted preguntado por los diez mejores o por los cien mejores
jueves, 17 de junio de 2010
LA MISMA VISION
En una ocasión que el maestro Luis Miguel Dominguin torea en Zaragoza, las cosas no le rodaron bien del todo, el publico le abronco en el primer toro. Al comenzar la faena del segundo de su lote, un espectador vociferaba impertinencias e insultos al matador recordándole como había estado en el primero, se hizo tan exagerada su protesta que el propio matador quiso averiguar quien era el sujeto en cuestión.
Se entero de que regentaba una óptica en la capital y que solía ser asiduo en todas las corridas. Luis Miguel pidió la dirección de la óptica para hacerle una visita.
Al día siguiente ya estaba Luis Miguel en la óptica, entro y lo atendió el mismo que el día de antes le vociferaba en la plaza.
Pidió ver unas gafas de sol, se las puso y mirando al óptico le dijo:
Estas gafas tienen un defecto, solo veo HIJOS DE PUTA
El óptico salio del mostrador y cogiendo las mismas gafas se las puso, mirando a Luis Miguel y le dijo:
Pues tiene razón, solo se ven HIJOS DE PUTA.
Desde entonces el óptico se hizo amigo y ferviente admirador del Nº 1
Se entero de que regentaba una óptica en la capital y que solía ser asiduo en todas las corridas. Luis Miguel pidió la dirección de la óptica para hacerle una visita.
Al día siguiente ya estaba Luis Miguel en la óptica, entro y lo atendió el mismo que el día de antes le vociferaba en la plaza.
Pidió ver unas gafas de sol, se las puso y mirando al óptico le dijo:
Estas gafas tienen un defecto, solo veo HIJOS DE PUTA
El óptico salio del mostrador y cogiendo las mismas gafas se las puso, mirando a Luis Miguel y le dijo:
Pues tiene razón, solo se ven HIJOS DE PUTA.
Desde entonces el óptico se hizo amigo y ferviente admirador del Nº 1
miércoles, 16 de junio de 2010
MALA COMUNICACION
En cierta ocasión, ya retirado Juan Belmonte, fue a ver una novillada sin picadores en que los principiantes no podían con las malas condiciones del ganado. Sobre todo uno de los novillos que salio, como dicen los taurinos pidiendo el carné.
El novillero no podía con el novillo, el Pasmo de Triana veía la incapacidad del matador, cada vez que el novillero se acercaba a la res iba por los aires.
Juan Belmonte, desde el callejón, le susurraba al chaval "¡¡ENCOJATE¡¡" , "¡¡ENCOJATE¡¡", el novillero atendiendo las indicaciones del maestro se acercaba al novillo encogido, en cada cite era pillado por el burel y así hasta que el novillo fue a los corrales ante la impotencia del chaval.
Ya en el callejón, el novillero con el vestido destrozado y el cuerpo lleno de golpes fue llamado por el maestro.
¿Cómo no has hecho caso a mis indicaciones?
Maestro, yo me encogía, pero aun así, el toro hacia por mí
Pero si lo que tenias que hacer era "ENCOJARTE", hacerte el cojo e ir para la enfermería y dejar el toro que tenia guasa.
jueves, 10 de junio de 2010
Romerito fue un toro puro Murube que Capea le regaló en 1993. Poco antes, Antonio había comprado 25 vacas del mismo encaste. Sería una especie de patriarca de la ganadería con la que pensaba cumplir un sueño pendiente: su último sueño profesional. Las razones de esa preferencia eran muy simples. Fiel al principio según el cual todo torero hace su carrera a partir de un único toro, Antonio Chenel (Madrid, 1932) llevaba en la cabeza a un murube de Bohórquez al que le había cortado las dos orejas en su temporada de alternativa. La fijeza de aquel Casablanca y su galope templado y progresivo estaban hechos para una muleta de alta costura como la suya. Representaba su ideal de toro, así que...
Pedro y Carmen Capea decidieron regalarle a Romerito. Era utrero y procedía de una tienta de machos, un casting de sementales que habían organizado como siempre en EspinoRapado, su finca salmantina de San Pelayo de Guareña. Participaron en él Mario Herrero y Javier Conde, fue lidiado por Mario y recibió una buena calificación: sobresaliente en el caballo y notable en la muleta. «Bravísimo y muy pronto, pero demasiado agresivo», anotó Pedro en su cuaderno de campo. Además era listón; tenía el espinazo rubio, y a Pedro, muy escrupuloso con tipos, colores y comportamientos, le gustaban las capas negras. Un día sonó el teléfono. Llamaba Antoñete: dijo que iba a emprender su aventura de ganadero. Había comprado una punta de 25 vacas.
Meses más tarde, en su finca de Navalagamella, al norte de Madrid, impaciente como un padre primerizo, Antonio despachó una cajetilla de tabaco mientras esperaba la llegada del camión con su semental. De pronto se abrió la trampilla y apareció aquel torazo. Era un galán, un pavo, el tren de las doce. Lo que se dice un tío.
Instintivamente le retocó el nombre. Para él no sería Romerito: sería Romero, Ro-me-ro. Como declaración de intenciones, lo echó inmediatamente a las vacas. Romero se distanció, se acomodó y empezó a hacer su vida íntima sin incidencias.
Al final del otoño, Antonio repasó las encinas: se habían cuajado de bellotas. Empezó a varear, el suelo se llenó de aquellas cuentas doradas, puro ámbar, y las vacas estiraban el cuello y venían a fisgar. Antonio miró de reojo por si Romero se proponía marcar el territorio y tocaba salir de naja. Nada que temer: seguía las operaciones a distancia, indiferente como un tótem. Tranquilo él, tranquilo yo.
Embebido en las tareas de campo, Antonio repetía invariablemente sus rutinas de ganadero: vareaba las encinas, permitía que las vacas se acercaran a discreción y fumaba su cigarrito, sentado en uno de los tres poyos desde los que se abría el horizonte de la finca. Por la fuerza de la costumbre, un día fumó, vareó, se distrajo, resopló y justo entonces sintió un toque sospechoso en el empeine del pie izquierdo. Para alguien que había matado más de mil toros estaba claro que aquél era el toque redondo de la pala de un pitón. Casi no se atrevía a mirar, pero miró. Sobre el zumbido de su propia yugular, la música de la taquicardia, acertó a verlo sin interferencias. Era el mismísimo Romero: el expreso de las doce.
En situaciones como aquélla había que abstraerse y escuchar al sistema nervioso. Se encogió de hombros, aceptó la situación con el estoicismo sobrio de los toreros, Elegancia bajo presión, decía Hemingway, y murmuró, como en una confidencia, lo que estaba pensando.
–Sé que no tengo escapatoria, Romero. Además no habría dónde ir. Puede que te arranques y que me eches mano. En ese caso estaré perdido: ya ves que la casa queda lejos y que no hay dónde resguardarse. Me quedaré aquí, esperando a que decidas por los dos. Y que pase lo que tenga que pasar.
No hubo cogida. Tiempo después, imposible saber cuánto, Romero se fue muy despacio. Empezaron así una relación telepática. Cada vez que se le aproximaba aquel grandullón de casi 600 kilos, Antonio sentía una mezcla de inquietud y curiosidad. La superaba con un antiguo recurso de superviviente: ante la sensación de peligro lo aconsejable era disfrutar del miedo. Si acaso, se permitiría algunas precauciones elementales. Por ejemplo, la de recoger dos puñados de las bellotas mejor esmaltadas para llenarse el bolsillo. Luego encendía el cigarro y fingía indiferencia, como quien se hace el quite del perdón.
En cuanto le veía, Romero se acercaba con la prestancia de los toros dominantes. Para prevenir malentendidos Antonio le lanzaba las bellotas 10 ó 15 metros más allá. Pero Romero seguía avanzando sobre sus pezuñas de plomo, y él recuperaba la sensación de fragilidad y le repetía su habitual discurso de subordinado.
–Sé que no tengo escapatoria, Romero. Además no habría dónde ir...
–Cuando quiso darse cuenta, estaba dándole las bellotas en la mano.
Un día llamó a Pedro el Capea.
–Aunque te parezca mentira, Pedro, no me has regalado un toro: me has buscado un amigo. Le hablo, se acerca, me respeta, me escucha, le doy de comer...
–Pero, ¿te has vuelto loco? Eso es una chaladura de ganadero nuevo, Antonio. Digo más: un día se va a arrancar y te va a partir en dos. Ya es un milagro que ahora mismo puedas contarlo. Si no quieres tener un disgusto serio, recapacita. ¿Vale?
–Vale, Pedro.
No valía, Pedro. Pasó la temporada de bellotas y Antonio le ofrecía en el cuenco de la mano unos cuantos tacos de pienso compuesto. Romero los retiraba con una delicadeza inaudita. Tenía la cornamenta larga y acapachada; dos leños que se abrían, bajaban y remontaban su curva de guadaña. Aunque le habían recortado las puntas en Salamanca, parecía imposible que en algún movimiento instintivo no le alcanzase las sienes con el pitón. El secreto era sorprendente: antes de volver la cabeza, daba un pasito atrás. ¿Cómo podía evitar su fascinación por aquel toro?
En 1997 Pedro Capea le hizo una petición inesperada: «Oye, Antonio: querría que me prestases a Romerito durante algún tiempo para echárselo a las vacas otra vez. Todos sus hijos han salido extraordinarios. Cuatro de los toros por los que me han dado el premio a la mejor corrida de Fallas eran suyos. El toro Ladrillero al que Ponce le cortó el rabo en la feria de Salamanca también...
Romero volvió a Espino Rapado. En el viaje a Salamanca desguazó la caja del camión. Luego, a su llegada, proclamó la ley marcial y empezó a embestir como una excavadora. Aún más: en un descuido se arrancó por sorpresa, alcanzó el caballo que montaba Pedro y estuvo a punto de derribarlo. Posteriormente fue trasladado a El Cañito, la finca de Extremadura. Allí declaró la guerra total: se aquerenció con las higueras y derribó más de 40. Convertía cualquier trámite de mantenimiento en un problema.
Mientras tanto, Antonio descontaba los meses mirando el reloj. Pasados tres años, Pedro lo devolvió a Navagamella. Antoñete estaba lleno de dudas: no había vuelto a verlo, y por segunda vez llegaba precedido de su leyenda de camorrista. Abrieron la trampilla medio destrozada del camión, salió Romerito, le habló Antonio, «Vamos, vamos, ya estás en tu casa», y Romerito se convirtió en Romero.
Convivió con Antonio cinco años más. En 2004 le detectaron un bulto en un costado. El veterinario lo examinó en la corraleta y puso mala cara. Compungido, Antonio preguntó si no había alguna solución quirúrgica para el caso. La dolencia era incurable.
Por último, quiso saber qué esperanza de vida le calculaba. El veterinario respondió que dos o tres meses. Antonio tomó una decisión: le abriría la puerta y lo dejaría que se fuera con sus vacas. Quedaría con él a la hora convenida. Como siempre y hasta el final.
Romero murió en algún momento del verano. Se fue al limbo de los toros y dejó a Antoñete como un alma en pena.
A primeros de octubre, Antoñete hablaba una vez más con Pedro Gutiérrez Moya, el Niño de la Capea.
–¿Cómo te va, Antonio?
–Todo ha cambiado desde que falta Romerito. Ya sabes que con Romerito II, el sucesor, las cosas nunca fueron iguales. Con Atrevido y Siestecita, los otros sementales, tampoco. A finales de junio me he desprendido de la ganadería.
Fuente: www.elmundo.es
miércoles, 9 de junio de 2010
¿SABIAS QUE?....
En el mes de julio de 1959 se presentó en público un novillero que se despediría de los ruedos en aquella misma actuación, a pesar de que quienes lo vieron aseguran que estuvo “valiente, no le cogió el novillo y lo mató a la segunda”. Falló el primer intento porque el eral hizo un extraño.
El festejo que acogió aquella efímera carrera de ADOLFO SUAREZ fue el Festival de Noveles celebrado en la Plaza Vieja de Ávila
sábado, 5 de junio de 2010
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