miércoles, 19 de mayo de 2010

CURRO Y EL ESPONTANEO

Esto ocurrió en Las Ventas, el 12 de julio de 1987 con Antoñete, Curro Romero y Rafael de Paula en un cartel ¡de verano! y toros del Marqués de Albayda. Antoñete mató a los dos suyos a trancas y barrancas pues en uno de ellos escuchó dos avisos y a punto estuvo de caer el tercero, Curro Romero se dejó uno vivo y con el otro acabó como pudo, que no es poco, cuando se dirigía al callejón a dejar muleta y espada bajo del tendido un energúmeno que mientras le enseñaba la entrada de la localidad le daba un empujón tirando por los suelos. Rafael de Paula no mató a ninguno de los dos. A su primero por la lógica impotencia de un genio frente a un toro que no fue de su agrado y al segundo porque no le dio la real gana de darle ni uno. No es que no le diera ni uno bueno, es que no le dio ni uno ni con el capote ni con la muleta: ni uno. Que no se acercó al toro, vamos, que dejó Rafael que pasaran los tiempos reglamentarios refugiado en las tablas de los terrenos del 7 y allí no pió nadie, ni mueca alguna se hizo contra el gitano.

En un coloquio taurino se le pregunto a Curro:
¿Que sintió el día que aquel aficionado bajó al ruedo para agredirle?
Soy un hombre templado, pero esa tarde fue tremenda porque yo venía cabizbajo para el callejón porque acababan de echar el toro al corral y el sufrimiento esa tarde mío fue tremendo, de no poder matar al toro, era un toro que estaba como toreado y cuando iba para el callejón no me dio tiempo a verle y me tiró para el suelo. Figúrate ese hombre. Menos mal que dio conmigo porque la tensión de una tarde de toros como aquella, que te sientes humillado y luego encima te tira un tío al suelo de un empujón, con la espada en la mano. Que mirada no le echaría yo que se quedó como hipnotizado. Luego vinieron los de la cuadrilla que le dieron un empujón también, yo no los vi, pero no me gustó. Si yo arremeto con él, ya éramos dos locos.

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